Llevaba mi cámara, mi toalla, y ropa comoda para la ocasión. Llegué al acantilado, con intención de pasar un rato tranquila. Me senté en el borde, comenzando a pensar en mis cosas.
Enseguida dejé de estar allí, estaba en mi mundo, pero no me importaba en absoluto.
Cogí mi toalla, y me la puse debajo, obrando de cojín. Como había predicho, el suelo no era lo bastante cómodo. Cogí mi cámara, y comencé a hacerle fotos al mar. Era realmente precioso e increíble. Adoraba eso.