Llegó caminando, junto con Charlie, el simpático coordinador, hacia la cabaña que le tocaba. De momento no tenía compañera alguna, pero se las apañaría.
Se plantó frente a la puerta, y vió unas llaves colgadas del picaporte. Las cogió, y miró a Charlie. Entró dentro de la cabaña.
Era todo de madera, las camas, los armários, las puertas, las ventanas... Tenía lo justo para pasar el verano. Sonrió ante esa maravilla, y dejó las maletas sobre la cama que estaba más cerca de la ventana, eligiéndola como suya.